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El blog del Celador del Clínico.

Como la vida misma

El traslado de pacientes desde la habitación al quirófano es como la vida misma. Detrás de ese acto mecánico por nuestra parte hay todo un mundo de sentimientos de los actores (paciente y familiar) que no pasa desapercibido por muchas veces que lo vivamos.

Hay de todo como en botica, amor a raudales e indiferencia heladora:

-“Sobre todo tranquila muy tranquila”, dice el familiar mientras desenchufa la cama, coge el suero, recoge los chaquetones, apaga el móvil, retira el sillón, “muy tranquila, mi vida”. La paciente me mira diciéndome: “perdónalo, no sabe lo que hace”. Sin dejar de cogerle la mano, impidiendo el normal viaje por los pasillos intenta ayudarme con la cama a la vez que le vuelve a dar un beso (de tornillo, con lengua, dando la sensación de que incluso le ha pasado el chicle que llevaba), y excusándose me dice: “es que la quiero mucho”, no si ya, pero quiérala un poco menos que no llegamos. El remate llega cuando viene la consabida frase: "ya tienen que esperar aquí”, entonces no hay persona, los nervios no afloran, salen como lava del volcán, mas besos, mas abrazos, incluso buscan el lunar favorito para dejar estampado su sello, vaya a ser que no lo pueda besar nunca mas; y todo por unos jodidos juanetes.

-En otras ocasiones ves el dolor oculto y sereno de la persona amada y tranquila, que sabe que es muy grave lo de su pareja, que con resignación encomiable le trasmite valor y que un puñado de células rebeldes no los va a separar jamás, un sosegado beso y dulce con un “te espero, aquí” pone fin al trayecto; en su mirada ves como se le va la vida por una puerta corredera que se le cierra mecánicamente; “como es posible que esa parte de su anatomía, que tantas caricias placenteras nos dio a ambos se la causante de tanto dolor!”, mientras clava sus ojos vidriosos en el infinito.

-Con las manos en los bolsillos, nos sigue indiferente después de no haberse levantado del sillón ni siquiera para no molestar. La mirada perdida sin consuelo se deja llevar hacia las luces del techo de los pasillos, la mano fría que espera un apretón se mete bajo las sábanas por que sabe que no habrá contacto; quizás su enfermedad ponga fin a esa relación que ni en los momentos mas delicados tiene un ápice de humanidad, “me da tiempo de tomarme un café”, claro y con cianuro pedazo de engendro. No le importará lo que le digan los cirujanos tras la intervención, solo, que le ha fastidiado su rutina diaria.

-El encuentro postquirúrgico es también fiel reflejo del estado de ánimo previo. Aspavientos, gritos, besazos y no atender las indicaciones médicas, junto con “y allí no puede estar con ella? Cuanto tardará en salir?”, claro y nada, no ve que vuelve a la habitación que no era nada mas que un maldito juanete.

Leve sonrisa y gesto dulce intentando sobreponerse a la anestesia, un apretón de manos, una mirada explícita: ”no te preocupes todo será como antes, aquí me tendrás por siempre”.

“¡Familiares de …”, no hay nadie, “mejor así no tendré que fingir y verle ese careto”, desolación que tarde o temprano acabará

Todo como la vida misma, siendo testigos en primera línea.

Besosabrazosachuchonescarantoñas para ellas (vayan o no al quirófano) saludos al resto.

Juan Antonio

1 comentario

Inma Lopez -

Coño primo, que desperdiciado estas de celador.